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La Singularidad. Tercera parte. 

Por: David Vallejo El Día Domingo 23 de Febrero del 2025 a las 13:01

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Mi hija tiene 10 años. Si la proyección es correcta, cuando la singularidad llegue, tendrá 30. Yo tendré 65. Ella estará en el umbral de su plenitud; yo, en la edad en la que uno empieza a mirar más hacia atrás que hacia adelante. En ese punto de quiebre, su mundo será irreconocible comparado con el mío. ¿Qué podrá recordar? ¿Cómo podrá prepararse para lo que vendrá?

El futuro avanza sin pausas. La inteligencia artificial crece con un ritmo que desafía la comprensión, la biotecnología reescribe la evolución, la automatización transforma el trabajo, la realidad digital absorbe lo tangible. En veinte años, las ciudades, los vínculos humanos, la percepción del tiempo y la memoria cambiarán de formas que hoy apenas imaginamos. La historia del progreso muestra que la humanidad siempre ha sabido adaptarse, aunque jamás con esta velocidad. La transformación resultará tan profunda que las preguntas que hoy parecen abstractas pronto se convertirán en dilemas cotidianos.

Los hijos de nuestra generación enfrentarán el desafío de vivir en un mundo donde la tecnología dejará de ser una herramienta para convertirse en un ecosistema total. Aprender lo que yo aprendí servirá de poco. La educación basada en conocimientos fijos quedará en el pasado; las habilidades técnicas caducarán en años, tal vez en meses. Lo único que realmente importará será la capacidad de adaptarse, de cuestionar, de crear. Las viejas certezas se disolverán, y la flexibilidad mental definirá la supervivencia.

Todo cambiará. La IA predecirá pensamientos antes de que se formulen, la privacidad se volverá un concepto abstracto, la fusión entre lo biológico y lo artificial abrirá caminos irreversibles. El progreso traerá promesas extraordinarias, junto con dilemas éticos colosales. ¿Se integrará la consciencia humana a redes de datos? ¿Tendrá sentido el trabajo en un mundo sin escasez? ¿Qué derechos tendrán las inteligencias sintéticas? ¿Cómo decidirá mi hija si altera su biología para mejorar sus capacidades o si mantiene la versión de sí misma que nació conmigo?

Frente a esto, el pasado adquiere otro valor. Mientras más avance la era digital, más sentido tendrá preservar la experiencia humana en su estado puro. Sentir la arena bajo los pies, perderse en la música creada por manos humanas, conversar sin mediaciones digitales. Resistirse al cambio resulta inútil, aunque otorgarle significado marcará la diferencia. Cuando las máquinas lo puedan hacer todo, lo único irremplazable será aquello que ninguna IA logrará replicar: el error, la imperfección, la emoción genuina, la fragilidad de un instante irrepetible.

Existen muchas formas de preparar a nuestros hijos para lo que viene. Explorar lo desconocido sin miedo abre posibilidades infinitas. Aprender a vivir sin respuestas definitivas fortalece la mente. Construir la identidad en movimiento desarrolla una visión más amplia del mundo.

Un futuro así exigirá mucho más que inteligencia. Desarrollar una fortaleza mental capaz de resistir la sobrecarga de información, la presión de la inmediatez y la tentación de la hiperconectividad absoluta marcará la diferencia. La capacidad de desconectarse voluntariamente, de encontrar paz en la introspección, de construir pensamiento propio cuando el ruido digital lo inunde todo.

La creatividad abrirá caminos impensables. Más allá del arte, en su forma más radical: la habilidad de imaginar lo que aún no existe. Resolver problemas sin precedentes, formular preguntas que una inteligencia artificial jamás habría considerado, encontrar nuevas soluciones cuando la tecnología cierre las tradicionales.

La inteligencia emocional servirá como salvavidas. Un mundo acelerado, impredecible y potencialmente deshumanizante exigirá de aquellos que sepan leer y manejar sus emociones, que cultiven la empatía, que construyan relaciones reales en un entorno de vínculos efímeros. Saber negociar, inspirar, conectar con otros, otorgará tanto valor como cualquier avance tecnológico.

El pensamiento crítico diferenciará a los arquitectos del futuro de aquellos que solo lo habiten. Comprender los sistemas detrás de la tecnología permitirá decidir cómo interactuar con ella en lugar de ser absorbidos sin cuestionamiento. Distinguir verdad de manipulación, navegar la información con discernimiento, enfrentar dilemas éticos con profundidad, definirá qué tipo de sociedad emergerá de la singularidad.

Dentro de veinte años, mi hija mirará el mundo con los ojos de su generación y decidirá cómo enfrentarlo. Yo estaré ahí para recordarle que el futuro es una ola inmensa, aunque siempre se puede aprender a surfearla. Que el cambio revela lo esencial. Que lo más humano vive en la capacidad de maravillarse, de reír, de amar.

El destino de la humanidad dependerá de los avances que construyamos, aunque también de las preguntas que hagamos al caminar sobre ellos. ¿Voy bien o me regreso? Nos leemos próximamente si la IA y la angustia existencial me lo permiten.

Acepten su pasado y disfruten su presente…

Placeres culposos: Se estrena el próximo jueves becoming Led Zeppelin en el cine y el álbum Cruising with Billy F. Gibbons.

Disfruten a sus hija/s y/o hijo/s.

Playlist. Tercera parte: David Bowie, Starman; Muse, Algorithm; Pink Floyd, Time; Black Sabbath, Ironman; Killers, Human; y Arcade Fire, Reflektor.

Un ramo de iris amarillo para Greis.

David Vallejo


Politólogo y consultor político especialista en temas de gobernanza, comunicación política, campañas electorales, administración pública y manejo de crisis. Cuenta con posgrados en Estados Unidos, México y España.
Además esposo amoroso, padre orgulloso, bibliófilo, melómano, chocoadicto y quesodependiente.

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